Continuamos con el artículo sobre la Trinidad. Entregas anteriores: La Trinidad en el Nuevo Testamento, la Tinidad en la Patrística, la Trinidad en Karl Rahner.
La Trinidad en Ricardo de San Víctor.
Ricardo de San Víctor, de los canónigos de San Agustín, de origen escocés o inglés, su nacimiento se ubica aproximadamente en 1123 y su muerte en 1173. Su obra es caracterizada como el tratado trinitario más importante del medioevo. Se distancia de los clásicos: Agustín, Anselmo, Boecio por su originalidad y es reconocido y citado por Tomás de Aquino, Buenaventura y Alejandro de Hales.
Su tratado “De Trinitate” está compuesto por seis libros de los que se presenta una breve síntesis más adelante. Se caracterizan por tener muy pocas citas de las Escrituras y de los Padres utilizando sin embargo muchas citas del Magisterio y de la Liturgia. Está influenciado tanto por la tradición oriental como por la occidental pero su toque personal en la elaboración teológica está dado porque se basa en el concepto del amor.
Su punto de partida es la fe de la Iglesia, resaltando los aspectos cognitivos de la misma. La fe va acompañando todo el proceso hasta la comprensión del concepto.
Para argumentar la existencia de Dios Trino parte de la lógica y de la experiencia plasmando lo que llama “razones necesarias”.
En el Libro I “Existencia de la substancia divina, única y absolutamente perfecta” Ricardo plantea las razones necesarias que hagan adherir racionalmente a Dios. Parte de una verdad: “todo lo que existe o puede existir es eterno o temporal”. La existencia de lo temporal se explica por sí misma y explica la existencia de un ser eterno, que es perfecto, que es uno y que tiene en sí la divinidad a la que se atribuyen la inmutabilidad, la plena sabiduría y la plena potencia, la sustancia suma y la unicidad.
En el Libro II “Los atributos divinos: increado, eterno, inmenso, único, soberano bien” Ricardo plantea que esta substancia divina, es eterna, de sí misma, increada, sempiterna, inmutable, inmensa, infinita, todopoderosa, atributos que no se pueden comunicar a otra substancia, y que estas propiedades puede tenerlas solamente Dios, el soberano bien, simple y único Señor.
En el Libro III “Pluralidad, igualdad y unidad de Personas” Ricardo parte del concepto y de la experiencia del amor. En su argumentación plantea que Dios es perfecto, el amar y ser amado es una perfección, en Dios el amor debe darse en forma suprema, no es suficiente que Dios ame a alguien creado por lo tanto para que exista amor divino tienen que existir personas que se amen divinamente, el amor es lo que hace más feliz, Dios es la plenitud de la felicidad por lo tanto es la plenitud del amor, la felicidad implica que el amante sea amado por el amado teniendo que existir amor recíproco. Siguiendo con este razonamiento y habiendo probado que existe un solo Dios tienen que existir más personas en esa substancia divina. El que ama, el que es amado y el amor.
En el Libro IV “Explicación del concepto de Persona y aplicación a Dios” Ricardo explica el concepto de persona a través de la racionalidad, la singularidad, la singularidad individualizada, la distinción entre uno solo y otros, la compatibilidad entre persona y substancia, la caracterización de las personas a través de su origen, la existencia y finalmente la obtención del ser, pudiendo definir a Dios como “la existencia incomunicable de naturaleza divina o existencias incomunicables en la divinidad”.
En el Libro V “Las procesiones inmediata y mediata – inmediata” Ricardo determina lo que es característica de cada Persona Divina según su origen: alteridad, familiaridad inmediata, proporcionalidad, igualdad todal, plenitud de felicidades, donación – aceptación – retorno. Plantea que tiene que haber una existencia que sea la primera y que no proceda de ninguna: “no ser de nadie sino de sí mismo – una persona que da sin recibir”. Para que no esté solo tiene que proceder otra existencia de él de manera inmediata teniendo que ser igual a la primera en todo, en poder y en ser origen de otra existencia: “ser de otro, pero principio de otro – una persona que recibe y da”. Es así que procede la tercera existencia de manera mediata – inmediata: “ser de dos y no ser principio de otro – una persona que recibe y no da”.
En el Libro VI “Nombre de las Personas” Ricardo explica los nombres desde una analogía con el género humano. El que no tiene origen pero es origen de otro lo llama Padre. El que es originado y recibe el ser de otro lo llama Hijo. El suspiro espiritual de los corazones humanos que tienen un mismo propósito es la analogía utilizada para llamar al Espíritu Santo: el suspiro – amor que se da en el Padre y el Hijo.
A manera de síntesis, lo novedoso y rico en el desarrollo de la doctrina trinitaria de Ricardo es recurrir al amor, desde ese concepto logra explicar el misterio de Dios Uno y Trino: donde hay amor tiene que haber tres: el que ama, el que es amado y el amor.
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